miércoles, 24 de abril de 2019

URBANISMO – PATRIMONIO – MERCADO INMOBILIARIO: UN DIFÍCIL EQUILIBRIO


En las ciudades y pueblos con cascos históricos protegidos se produce con frecuencia un palpable conflicto entre tres elementos
- El urbanismo 
- La protección y conservación del patrimonio histórico 
- Las demandas del mercado inmobiliario

Estos tres factores presentan intereses dispares y conseguir un equilibrio entre ellas no siempre es fácil

Para ilustrarlo, voy a poner el ejemplo de Frías, uno de los pueblos más bonitos de la península y, a la sazón, la ciudad más pequeña de España (254 habitantes), que ya fue objeto de una entrada de este blog: La obra de arte inoportuna 

Sus orígenes remontan al siglo X y su casco medieval está declarado conjunto histórico artístico


Cuenta con uno de los castillos más espectaculares de España, un magnífico puente medieval, unas casas colgadas sobre la muela de toba calcárea que domina el paisaje y calles que evocan su pasado medieval. 


Un pueblo espectacular cuya visita es muy aconsejable. 


Al estar declarado conjunto histórico artístico, cualquier intervención arquitectónica en el casco histórico requiere la aprobación de la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León en Burgos. Esta circunstancia, en principio es muy positiva, ya que evita actuaciones no muy afortunadas como las que, desgraciadamente, sucedieron en el pasado.

Por ejemplo, la construcción de bloques que rompen la estética del entorno.


O aprovechar la reforma de una casa para elevar la altura de las edificaciones.


También se podrían cuestionar los criterios de la restauración hecha en el castillo en los años 80, cuando las almenas pasaron de ser planas a terminar en punta.

Pero en su afán “conservacionista”, la Comisión de Patrimonio de la Diputación de Burgos se está pasando de frenada. Veamos un ejemplo reciente: el edifico del actual Mesón Fridas.

Este era su aspecto antes de la rehabilitación del inmueble.


Y este es el aspecto tras la rehabilitación.


La mejora es notable, especialmente en lo referente a su integración en el carácter medieval de la calle.


Desconozco si Patrimonio conocía el proyecto de la obra, pero tras ver el resultado pidió a los promotores dos cosas: volver a encalar la fachada y reducir el tamaño de algunas ventanas, las del lateral y las que se encuentran bajo el alero del tejado.


Puedo entender, desde el punto de vista estético, lo de reducir el tamaño de las ventanas, aunque desde el punto de vista de la habitabilidad es una faena. ¡Pero lo de volver a encalar la fachada! Aunque el uso de la cal como material de construcción se remonta a antes del imperio romano, en España, la costumbre de revocar fachadas se popularizó durante los siglos XVIII y XIX, cuando las autoridades la recomendaron para evitar la propagación de enfermedades y epidemias. Por lo tanto, no parece muy acertado “conservar” encalados en un pueblo medieval.


Es cierto que, revisando fotografías antiguas, se percibe una cierta presencia de esta técnica en el caserío (posiblemente en actuaciones de los siglos XIX y XX), pero el encalado de las fachadas queda muy lejos de ser la característica del pueblo, y mucho menos si se quiere recuperar su carácter medieval.

El tema es que el criterio excesivamente conservacionista de la Comisión de Patrimonio de la Diputación de Burgos se está volviendo en contra del pueblo.

Otro ejemplo palmario se encuentra prácticamente en frente del referido Mesón Fridas.


Un dueño/promotor, pretende rehabilitar este edificio, actualmente vacío, pero Patrimonio le advierte que no podrá su aspecto exterior: ni nuevas ventanas, ni ventanas más grandes y tendrá que mantener el encalado en las dos primeras plantas.


Ni que decir tiene que el dueño/promotor ha abandonado la idea. ¿Alguien le ve la utilidad a la mini-puerta que se ve junto al coche gris?

Pepe, un amigo arquitecto que conoce bien la problemática de Frías, me comentó un argumento crucial en este asunto: las necesidades de los habitantes han cambiado, y donde antes había una puerta para la cuadra, ya no tiene sentido, pues la gente ya no tiene burros ni vacas. Hay que plantearse, por tanto, si tiene sentido mantener, en inmuebles habitados, ciertos elementos arquitectónicos cuya función ha desaparecido.

En este mismo sentido, antes se hacían ventanas pequeñas para minimizar las fugas de calor. Con el avance en los materiales y técnicas de construcción, hoy se valora más la luminosidad de las estancias que las posibles fugas de calor.

Valoro enormemente los principios que, entiendo, guían a los responsables de Patrimonio, pero entiendo que, apretando tan fuerte, el pájaro que quieren retener entre las manos se les puede ahogar.


Los efectos de esta sobreprotección ya son patentes. Aunque hay un buen número de inmuebles en venta, los compradores se enfrentan a las dificultades de una rehabilitación muy condicionada por Patrimonio y, en consecuencia, muy costosa. Resulta más barato comprar un chalet fuera del caso histórico que adecentar una casa en el casco. Y mucho más sencillo (conozco casos recientes que han necesitado 4 años para obtener el visto bueno al proyecto de rehabilitación de una casa).


Mientras tanto, muchas casas del casco histórico se van quedando vacías, se van abandonando y terminan en la ruina.
 

Y como no podía ser de otra manera, la suerte tampoco acompaña. Para un “valiente” que quiso acometer un importante proyecto en una de las zonas más relevantes del pueblo, La Casa de las Mayorazgas, vino la crisis y se “ventiló” el proyecto. Ahora queda un solar vacío donde antes estaba una de las casas más importantes de la ciudad (la imagen lateral no hace justicia al edificio).



En resumen, tal vez para los responsables de Patrimonio lo más cómodo es mantener esos criterios de inalterabilidad estricta, pero creo que deberían remangarse un poco, estudiar cada caso en detalle y tutelar los proyectos de modo que se permita la viabilidad de los proyectos, siempre dentro de un marco de respeto a los condicionantes históricos y al carácter medieval de la ciudad.