miércoles, 24 de julio de 2019

Un vistazo a la accesibilidad de los ciegos

Afortunadamente, hace ya años que la accesibilidad universal ha adquirido un papel relevante el el diseño urbano en España. En parte, gracias a la concienciación de ingenieros y arquitectos, pero sobre todo, por la aprobación de leyes que velan por un diseño más amable para el peatón.

Pero las medidas de accesibilidad universal no benefician sólo a los ciudadanos que se mueven en silla de ruedas. También favorecen a un amplio espectro de la ciudadanía: desde los ancianos que han perdido agilidad, las mamás y papás que empujan una sillita de niños o el que arrastra un carrito de la compra (o de golf, que no queremos ser excluyentes).

Es cierto que aún queda mucho que hacer, especialmente en los espacios urbanos antiguos ya consolidados, que se diseñaron sin ninguna sensibilidad hacia la accesibilidad, donde las intervenciones de rehabilitación son más lentas y costosas. Y luego están las chapuzas como las que se muestran en este blog.

Pero hay un colectivo al que parece que no se le presta tanta atención en el diseño accesible: los invidentes.

Parece que los urbanistas tendemos a diseñar sólo en planta, sin tener en cuenta ciertos obstáculos que son especialmente problemáticos para las personas con discapacidad visual. Hagamos un repaso.

Los bolardos son, en principio, un elemento para proteger a los peatones de los vehículos, especialmente para que estos no se suban a la acera. Pero a los invidentes les suponen un problema adicional.


Pero el peligro más habitual lo constituyen los obstáculos elevados que los ciegos no pueden detectar con su bastón. Si se trata de ramas de árboles, si estas no son muy gruesas, la cosa se queda en un "susto desagradable".


Pero si el obstáculo es más consistente, el susto puede convertirse en accidente. Es el caso de los toldos de los comercios o de las puertas de garajes.


Otro ejemplo similar pueden ser algunas señales de tráfico.


Luego están los elementos provisionales de obras, que no suelen tener en cuenta a las personas ciegas.




Y otros elementos para "canalizar" a los peatones.


A los fallos de diseño se suman las conductas de algunos ciudadanos, que no reparan en las necesidades especiales de los invidentes. Como los responsables de estas terrazas, que se pegan a las marcas de "pavimento táctil" inhabilitándola para su función de guía para invidentes.


Aquí dos obstáculos invadiendo el "pavimento táctil" en una misma foto: uno por un mal diseño en la ubicación de las base de las bicicletas públicas; otro por la dueña del "tenderete" que busca el lugar que más le conviene.


O la de algún motero que aparca su moto pegada a la fachada, elemento que utilizan habitualmente los invidentes como referencia.


Algo similar, pero con patinete eléctrico.


En definitiva, que nos queda mucho por hacer, tanto desde el punto de vista del diseño como de concienciación al resto de usuarios de la vía pública. Hagamos más visibles las necesidades de los ciegos.