Empezamos con los bolardo-pingüinos de Salamanca. Muy monos, sí señor, aunque Salamanca no se caracteriza por ser una de las ciudades más gélidas de España. Fijaos en el detalle de los pies pintados en el suelo.
Foto: Jorge Iglesias
Foto: Jorge Iglesias
Foto: Jorge Iglesias
En Tarragona ha cobrado cierta fama por la decoración de sus bolardos la calle Comte.

En Zaragoza, donde el viento sopla con fuerza, abrigan los bolardos con trajes de lana. Sí, ya sé que es el caso con el que inauguramos este blog, pero no me negaréis que merece un sitio en esta entrada.

Foto: José María (del blog "lo que veo en Zaragoza")
Y terminamos con los bolardo-muelles del aparcamiento del nuevo Hospital de Universitario de Burgos. No son especialmente bonitos pero su elasticidad hace pensar que pueden ser más amables con los parachoques cuando no los veamos al hacer una maniobra.
A los que me seguís y esperabais más leña al mono, solamente deciros que esta entrada ha sido un paréntesis y que la próxima entrada seguirá dando guerra.
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