Valga esta rima fácil para mostrar hoy en el blog una colección de barandillas que, más que elemento de protección, constituyen un plan de ataque al sentido común.
Empezamos "suave", con un pasamanos de escalera poco afable con los sistemas de prevención contra el fuego. Señores arquitectos, señores técnicos de instalaciones: no viene mal hablar entre ustedes de vez en cuando.
Y pasamos de los efectos de falta de comunicación entre técncios a una falta de reflexión de un solo individuo (sin entrar a indagar sobre su profesión). ¿O tal vez no es un descuido y la intención es que se desgasten solo una parte de los peldaños?
En Santander, en la calle San Celedonio, han puesto una barandilla para proteger a los peatones del tráfico rodado. Pero, tal vez les han protegido demasiado ¿no?
Foto: Shacktale
Foto: Shaktale
Hay urbanistas que demuestran su amor a las barandillas. Amor que, a veces, parece convertirse en obsesión... Si alguno se pregunta qué narices es esto, es la respuesta de un ayuntamiento a la solicitud de una vecina para que hicieran la entrada a su casa "accesible".
Luego está el operario al que lo que le importa es su barandilla, sin reparar en dónde se implanta ni lo que había antes. Independientemente de que vemos como, con este criterio, se fastidia un carril bici, no entiendo muy bien el objetivo de esta barandilla.
Hay quien dice que no se pueden poner puertas al campo. ¿Que no? ¡Qué poca fe tienen en los descerebrados!
Y terminamos con un caso de un tío con pocas ganas de complicarse la vida. Es sí, no sé si ha sido por falta de ganas de trabajar (menudo engorro andar cortando y soldando un tramo de valla para que coincida con el camino) o por puro pasotismo ("¿A mí me van a decir por donde tiene que pasar la gente?")
No hay comentarios:
Publicar un comentario